Todas las semanas tengo la oportunidad de conversar con niños que han sido deportados. Sus historias son muy duras. Algunos están aparentemente tranquilos, pues, aunque nosotros pensemos que hacer un viaje «de mojado» a los Estados Unidos es una experiencia muy peligrosa, para muchos es una prueba más que atravesar en su diario vivir. Sí, a mi también me sorprendió mucho, pero he escuchado incontables veces decir: «En este país no se puede vivir por la inseguridad» o «No me puedo quedar esperando a que me pase algo». Es decir, para ellos, el peligro de quedarse, es más grande que el peligro de viajar. Ante esto, me parece incorrecta la campaña del gobierno titulada «No pongas en riesgo sus vidas» donde le piden a los padres que no envien a sus hijos a ese viaje y con ello, implicitamente culpan a los padres por arriesgar a sus hijos cuando lo hacen. Sé que los padres deben velar por la seguridad de sus hijos, pero no encuentro una respuesta cuándo me pregunto qué haría yo en ese caso.
Cierro esta breve nota con dos dibujos que hizo una niña y un niño, donde expresan las cosas que ellos más extrañaron durante los días que estuvieron en ruta hacia los Estados Unidos.
«Extrañé mi casa, mi familia, las pupusas, la Coca Cola y mi teléfono»
«Yo extrañé ir a jugar a la cancha de fut, mi casas y los árboles y mi computadora»