Cuando escuches la palabra «beca», levanta la mano; luego, preguntas para qué

He estudiado en nueve países diferentes. He recibido clases en las aulas de tres Ivy Leagues. Admiré la inmensidad del Gran Cañón, comí hot dogs veganos frente al Parlamento de Canadá, casi me sacan arrestada del Estadio Santiago Bernabéu y viví en la Residencia de Madrid, donde se hicieron amigos Federico Garcia Lorca y Salvador Dalí. Lo más importante de todo: aprendí y desaprendí como nunca lo imaginé. Lo hice cuando ni siquiera podía costearme un viaje a mi propio país… ¡Ah! y sin ser la mejor de la clase.

Fotografía por Williams González

En 2012, llegó a mi correo el link a una convocatoria. Decía: «Ustedes han sido nominados para postular al Instituto de Líderes de Centroamérica y el Caribe que se desarrollará en Massachusetts, New York, Arizona y terminará en Washigton D.C.». Inmediatamente pensé: ¡Ah, entonces esto no es para mí!. No era para mí, porque entre mis posibilidades nunca había estado considerar un viaje fuera de mi país, El Salvador. Haber logrado estudiar en la universidad había sido todo un sacrificio. Mis amigos en la universidad me compartían generosamente su comida y me daban rides ante mi limitada situación económica en ese momento. ¿Cómo iba a pensar en tomar un avión e irme a Washington D.C.? «Jamás», pensé. Además, entre la lista de postulantes de mi universidad, probablemente yo era la que tenía el menor promedio académico.

Días después, entré al link nuevamente. ¿Cómo voy a saber qué pasa si no lo intento? recuerdo que pensé. Tenía dos opciones: 1. Postulaba y no ganaba, lo que indicaba que quedaría exactamente igual que como estaba antes ó 2. Postulaba y ganaba, lo cual traería una oportunidad invaluable que jamás podría costearme por mis propios medios. Jamás.

Afortunadamente, postulé. Días después, me llegó un correo: «Usted ha sido seleccionada entre los finalistas. Favor hacerse presente a la entrevista». Ese día llegué a mi casa contenta y le dije a mis papás que iría a la entrevista para una beca, para estudiar en Estados Unidos. Les conté que de la universidad había postulado únicamente a cuatro estudiantes, que ahora competíamos a nivel nacional. Esperaba una palmadita, pero recibí un «Si es una competencia nacional, entonces está bien difícil que ganés». Mi padre no lo decía porque no creía en mi, sino porque para él, tampoco había estado entre sus posibilidades realistas y seguro quería prepararme para una desilusión.

El día de la entrevista llegó. Me preparé con mi mejor traje (que había comprado en la segunda mano). Salí en bus desde mi universidad. Mi pelo planchado ya se había estropeado por el calor y por caminar entre el ajetreo de la ciudad. En el camino, me pregunté más de alguna vez qué estaba haciendo, pero recuerdo haber encomendado a Dios mi propósito. Entré al lugar y me di cuenta que sería la última en ser entrevistada. El panel de cuatro personas ya estaba agotado y a penas me hicieron unas preguntas. Entonces, decidí ser yo quien tomara la iniciativa. Saqué un álbum de fotos con mis actividades de voluntariado. Les conté sobre lo que me apasionaba. Sin embargo, no los vi convencidos. Cuando cerraron la entrevista, pensé en que estaba perdiendo mi única oportunidad que tenía. Entonces, les dije: Solo una cosa más: «Tengan por seguro que si recibo esta oportunidad, estarán invirtiendo, no solo en mí, sino en mi país».

Años después, me enteré que esa frase final había cambiado el rumbo de mi vida. Fui una de los tres jóvenes salvadoreños seleccionados por el Departamento de Estado de Estados Unidos para participar en la que con cariño llamo la Beca SUSI (Study of the United States Institute). Viajamos junto a otros 16 jóvenes de Centroamérica y el Caribe, durante cinco semanas, a diferentes estados de Estados Unidos, mientras aprendíamos sobre política, derechos humanos, historia y liderazgo. Entendí que el límite era el mundo.

Karla Castillo (ESEN), Mary López (UDB) y Ulises Fuentes (UES), becarios SUSI de El Salvador en el 2012, junto al Dr. Mark Protti, Washington D.C

El siguiente año, se vino un reto aún mayor: competir en toda Latinoamérica para participar en el Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina de la Fundación Botín. Una beca de nueve semanas, todo pagado, para estudiar función pública en Estados Unidos, España, Bélgica y Brasil. ¡Una locura! Fui donde mi mentora en la ESEN, la legendaria Ana Lidia de Flores, y le dije que quería aplicar, pero que me daba miedo hacerlo. «¿Qué pierdes con postular?», me preguntó. «No pierdes nada» agregó, con aquella voz que tanta paz me daba.

Decidí postular. Como parte del proceso, tenía que hacer un video de un minuto. Mi mejor amiga y su hermano, que han estado apoyándome incansablemente desde que los conocí, me ayudaron. Recuerdo grabar las primeras tomas con la puerta del baño de fondo. Su hermano se subió al lavadero para captar mi mejor ángulo, mientras yo recitaba mi discurso, al mismo tiempo que el vecino escuchaba reguetón a todo volumen ¡Fatal!

Si me seleccionaban, irme a la beca Botín implicaba no inscribir ese ciclo en mi universidad. Es decir, me graduaría un año después de lo planeado. Me preocupaba mi situación económica, pero más me preocupaba el -atrasarme- un año en la universidad. Lo hablé con el Director de la ESEN, el respetable Ever Rivera. Ese día, Ever me dio uno de los consejos que siempre recordaré en la vida: «Usted está joven. Disfrute. ¿Por qué correr? Luego, podrá trabajar por los próximos 40 años de su vida».

Postulé, dudando más que confiando, pero postulé.

En una competencia con miles de jóvenes de América Latina, fui la primera salvadoreña en ser seleccionada en la historia del Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina, de la Fundación Botín. El viaje comenzó en las aulas de Brown University (misma universidad donde estudió Emma Watson), donde conocí a la Dra. Noelle Brigden, quien hasta la fecha es una de mis mentoras más queridas y académicas más admirables en el tema de migración centroamericana. Con ese encuentro, comenzó mi trabajo en la defensa de los los migrantes y refugiados que hasta ahora persigo.

Karla Castillo durante el Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina

¡El límite es el mundo! Hasta la fecha he recibido seis becas internacionales, que económicamente suman en dólares lo que jamás lograré acumular por mis propios medios. Los siguientes meses y años me llevaron a Estados Unidos, España, Bélgica, Brasil, Chile, Canadá, México, Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala. Actualmente, estudio mi maestría en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, Cornell University, con una beca Fulbright.

Para cada una de las oportunidades, fue una batalla diferente. Desde convencerme a mí misma que tal vez podía lograrlo y luego hacer todos los arreglos administrativos en mi universidad, en mis deudas, en mis proyectos para lograrlo. Ha requerido un esfuerzo extra que ha valido demasiado la pena.

Nunca he estado segura de nada. Cada vez que alguien me dice que he de ser muy inteligente, recuerdo todas las veces que lloré porque no entendía mate o álgebra. Cada vez que postulé a una oportunidad, una parte de mi creía, pero otra parte de mi dudaba. Ententí que estas oportunidades están hechas para jóvenes de carne y hueso que sueñan, que se caen pero se levantan. Tengo claro que nunca he recibido nada por ser mejor nadie. No soy mejor que nadie, simplemente supe tomar la oportunidad, trabajar por ella, arrodillarme y orar y esperar.

Lo que quiero decir con estas lineas es que deberíamos de confiar más en nosotros mismos, tener fe y de la mano trabajar por lo que soñamos. También, nunca olvidar de dónde venimos y la responsabilidad que recibimos al ser seleccionados en una oportunidad. Si estás leyendo estas lineas porque tienes la intención de postular a una beca, te diré que no lo pienses tanto. Luego, las cosas se acomodarán inexplicablemente. Una profesora en la ESEN, suele decir una frase que me encanta: «Cuando escuches la palabra beca, levanta la mano. Luego, preguntas para qué.» y yo le agregaría que luego preguntas «el cómo».

Discurso de agradecimiento por la beca Fulbright, para estudiar el máster en Administración Pública en Cornell University.

Dejo algunos recursos:

Convocatorias actualmente abiertas:

1. Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública: beca COMPLETA de seis semanas para estudiar servicio público en Estados Unidos, España y Colombia. Estudiantes universitarios de pregrado de entre 21-24 años, de TODAS las carreras. Inglés intermedio. Link: https://www.fundacionbotin.org/fortalecimiento/programa-de-fortalecimiento-para-la-fundacion-publica-en-america-latina.html

2. Conferencia internacional One Young World: conferencia de tres días, con todo pagado, para jóvenes de entre 18-30 años, de TODAS las disciplinas (estudiantes o profesionales). En 2019 se realizará en Londres. Inglés intermedio. https://www.oneyoungworld.com/leading-americas-scholarship-2019

3. Beca Fulbright: beca para estudiar maestría de un año y medio, o dos años en Estados Unidos. https://sv.usembassy.gov/es/education-culture-es/education-exchanges-es/fulbright-scholarships-es/

Otras oportunidades que abren a finales de cada año:

4. Beca Study of the United States Institute (SUSI): Beca completa para estudiar por 5 semanas un intercambio cultural y académico en Estados Unidos. Es para estudiantes universitarios de cualquier carrera. No se requiere inglés. https://sv.usembassy.gov/es/education-culture-es/susi/

5. Beca Global UGRAD: Beca completa para estudiar un intercambio académico en Estados Unidos, para estudiantes universitarios de cualquier carrera. Inglés intermedio. https://sv.usembassy.gov/es/education-culture-es/intercambios-culturales-otros/

Sitios donde pueden buscar oportunidades:

  1. El Blog de Fabiola Alfaro, en El Salvador: https://opportunitiessv.org/
  2. La página Opportunity Desk: http://www.opportunitydesk.org/

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