Hace meses, visité un campamento de migrantes agrícolas en Nueva York. Cuando nos imaginamos “el sueño americano”, pensamos en oportunidades, en trabajos dignos, en disfrutar de las bondades de Estados Unidos. Sin embargo, esa no es la realidad que viven muchos trabajadores agrícolas cuando llegan a este país. Los migrantes que conocí aquella vez vivían en aislamiento total, en un campamento, en la zona rural, en medio de la nada. Era la clara expresión de cómo un país explota la fuerza laboral de campesinos y a cambio los condena a la exclusión y desolación. Esos campesinos habían llegado a Estados Unidos bajo la visa H-2A, la misma con la cual han viajado ya algunos salvadoreños.
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