Testimonio de Karla Castillo luego de haber participado en las Becas Botín para el Fortalecimiento de la Función Pública. Puedes ver el escrito original aquí:
“No te preguntes qué puede hacer por ti tu país, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país” es una frase del ex presidente John Kennedy que describe mi filosofía como ciudadana. Fue de esta forma que comencé el guión del vídeo de un minuto que formaría parte de mi aplicación a las “Becas Botín”. Por primera vez, El Salvador participaba en la convocatoria, por lo cual, nunca había escuchado hablar de ellas y, a pesar de estar involucrada en varias asociaciones estudiantiles o movimientos en mi comunidad, la idea de ser funcionaria pública era solo eso, una idea.
Mientras preparaba mi aplicación y pensaba cuidadosamente cada palabra que incluiría en ella, la idea de “función pública” se convirtió en un reto. Luego de meses de espera, ¡allí estaba! ¡Sí, era mi nombre! aún no podía creer que había sido uno de los 40 becarios seleccionados para representar a Latinoamérica.
Como futura economista, sé que la información imperfecta genera ineficiencias, y el no saber con exactitud qué implicarían esas nueve semanas podría hacer dudar a cualquiera sobre si se debe tomar el riesgo o no, sobre todo cuando se tiene que poner pausa a las actividades cotidianas, estudio, trabajo, causas sociales, etc. La sociedad nos impone plazos, estándares y límites que deberíamos seguir, pero retar la típica forma de pensar y tomar una oportunidad que podría cambiar tu vida y la de tu comunidad es un consejo que recomendaré siempre.
El día esperado llegó. Con mi traje formal de color negro, mi cámara de fotos y muchos nervios, me dirigí al acto de inauguración. Buscando miradas y un asiento libre, encontré el puesto perfecto entre un colombiano y una mexicana. Era la primera vez que estaba reunida con las 40 personas que nueve semanas después terminarían siendo más que amigos, mis hermanos. No los conocía, pero sabía que eran personas admirables, cada una comprometida con sus países y dispuestas a dar el “extra” que te diferencia entre ser ordinario y extraordinario pero lo más importante, seguían siendo seres humanos. Sabía que tenía mucho que aprender.
Fue así que celebré mi cumpleaños número 22 con una visita al Gobernador de Rhode Island, en el Capitolio de dicho estado; me cantaron el feliz cumpleaños en español, inglés y portugués; y para finalizar, terminé sentada viendo un documental al lado del ex presidente de Chile, Ricargo Lagos, quien me dedicó un autógrafo por mi celebración. En tan solo una semana, había cambiado mi perspectiva sobre los problemas sociales que acontecen en Latinoamérica, pues había recibido clases con docentes expertos en los temas. Las discusiones de los becarios de diferentes disciplinas académicas, países e ideologías le daban un valor aún mayor al aprendizaje.
La segunda parada era Madrid, España. Entre tanta preocupación de maletas, cambio de horario y el crecimiento exponencial de la exigencia, llegamos al lugar que sería la cuna de muchos recuerdos: la Residencia de Estudiantes. El mismo lugar donde residió el poeta Federico García Lorca y el pintor Salvador Dalí y a cuyos salones de clase asistió Albert Einstein y John M. Keynes. La Residencia y la Fundación Botín dieron lugar a clases propositivas, a largas discusiones, debates y encuentros con personalidades como el ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe, parlamentarios, ex ministros, etc. Posteriormente, visitaría el Parlamento Europeo, en Bélgica, realizaríamos actividades de trabajo en equipo entre las montañas y terminaría presentando mi proyecto final, sobre educación inclusiva, en Brasilia, Brasil.
Bien, todo suena maravilloso, pero la verdadera pregunta es, ¿qué cambió luego de todo esto? la respuesta es simple: la idea de función pública dejó de ser una idea. Al estar fuera de mi zona de confort, rodeada de diferentes formas de pensar y en constante análisis de la realidad de Latinoamérica no podía seguir negándome ante la apremiante necesidad de ser parte de la solución y no una espectadora más. Apoyar una causa social pero ignorar la inestabilidad institucional de nuestros gobiernos es como echar harina en saco roto, eventualmente podría llenarse, pero los resultados habrían sido más efectivos sin el agujero inicial. Aprendí a analizar un problema desde diferentes perspectivas para presentar una solución más coherente, descubrí muchas cualidades que no sabía que tenía, pero lo más interesante es que desaprendí demasiadas prácticas y pensamientos que jamás pensé cuestionar.
“Una experiencia que te cambia la vida” escuché de parte de jóvenes que habían participado en años anteriores. Ahora que regresé a mi país, sé muy bien qué tanto he cambiado. Tengo objetivos más firmes sobre mi futuro y la manera en que mejoraré mi país: por medio de la función pública. Así fue como ese vídeo de un minuto con el que comencé a escribir este guión, se convirtió en el inicio de una vida diferente y el surgir de mi vocación.