Este artículo fue publicado en la Red de Servidores Públicos de la Fundación Botín, España. Puedes verlo aquí: http://www.redservidorespublicosfundacionbotin.com/563/
Nos inclinamos a juzgar el éxito más por el índice de nuestro salario o por el tamaño de nuestros automóviles que por la calidad de nuestro servicio y su relación con la humanidad. Martin Luther King, Jr.
Existen diversas formas de definir el servicio público. Es muy común confundirlo con otros conceptos como “función pública”, “trabajo público” e incluso “política”, pues, en la práctica, se relacionan unos con otros en la gestión del Estado. Sin embargo, a pesar de esa relación, ejercer el servicio público no implica, necesariamente, a uno o más de los otros términos. Un servidor público puede ser cualquier persona, a pesar de que no desempeñe ningún cargo en el Gobierno o con un partido político.
Entonces, si cualquiera puede ser un servidor público, ¿qué acciones debe realizar una persona para fungir como tal? Según la definición de Gutiérrez y González (2003), el servicio público “es la actividad especializada que desarrolla una persona, para dar satisfacción, mediante prestaciones concretas y continuas a una necesidad ya general, ya colectiva (…)”. Es decir, que lo será aquel que contribuya a la sociedad mediante acciones que satisfagan una necesidad que deba ser atendida, ya sea por medio del sector público, del sector privado, del tercer sector o de los voluntariados ciudadanos.
Como jóvenes, tenemos el deber, y el derecho, de contribuir con diversas causas sociales que lo necesiten y, con ello, ayudar a generar un impacto positivo en nuestras comunidades, en nuestros países y en nuestro mundo. Colaborar en un orfanato, velar por los derechos indígenas, desarrollar acciones para el medio ambiente, atacar la pobreza y desigualdad, promover la educación y la salud, ayudar a desprotegidos, entre otras, son algunos de los campos de acción donde podemos involucrarnos, ya sea, desde la Responsabilidad Social de las empresas donde laboramos, pasando por las políticas públicas del organismo público donde ejercemos o por los cientos de voluntariados que existen en nuestros países.
No solo basta con sentarnos al otro lado de la computadora o sostener en nuestras manos un teléfono inteligente y compartir una noticia deprimente en las redes sociales, se trata de levantarnos de esa silla e invertir el tiempo, talento y esfuerzo en cuestiones más productivas. Debemos salir de la zona de confort que no nos permite ver que cerca de nuestras comunidades hay cientos de personas que padecen hambre y necesitan de un valiente que promueva un programa de asistencia alimentaria, hay miles de niños que migran en busca de un mejor futuro y desean que una persona impulse un proyecto de educación a distancia, hay un ecosistema que se deteriora porque nadie inició una campaña de limpieza en sus ríos, hay una persona que padece frio y anhela que una acción solidaria le proporcione una cobija. La meta es hacer un cambio, sin importar dónde nos desempeñemos.
Uno de los nacimientos de servidores públicos más accesible y de mayor representación mundial es el voluntariado. Este es un medio muy importante para que los jóvenes podamos involucrarnos en los diferentes retos que enfrenta la humanidad. Según el Programa de Voluntariado de las Naciones Unidas (2011), los individuos tienen una mejor salud, obtienen mejor rendimiento académico y padecen un menor índice de delincuencia cuando viven en lugares caracterizados por altos niveles de voluntariado. Lo mejor de todo es que un programa de voluntariado, bien canalizado, trae consigo un efecto imán para jóvenes con talento, de alta productividad y con un enorme deseo de ayudar.
Entonces, ahora, no podemos excusarnos en que los políticos de nuestros países son malos servidores públicos, pues es tiempo de que nosotros tomemos la iniciativa. Ya sea por crecimiento personal y profesional, por generar una red de contactos, por acrecentar nuestra experiencia en temas sociales o por el hecho de ser ciudadanos y convivir en un entorno recíproco con los demás debemos, fervientemente, acudir al llamado de la acción. Debemos ser jóvenes y servidores públicos que miren, que hablen, que actúen y que les incomode gastar el tiempo en la inacción y comodidad. ¡Es hora de ser servidores públicos apasionados por la acción!
Bibliografía
(VNU), Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas. (2011). V intorme sobre el estado del voluntariado en el mundo.
Gutiérrez y González, E. (2003). Derecho administrativo y derecho administrativo al estilo mexicano. México: Porrúa.